Las ONGs se afirman Por Sue Williams
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Las Organizaciones no gubernamentales, en otro tiempo dejadas de lado, se están convirtiendo en una verdadera fuerza con la que hay que contar. La UNESCO apoya este movimiento.
Las ONGs internacionales cada vez influyen más en la política de los Estados y de las organizaciones internacionales. El mundo de las ONGs ya no proviene de un movimiento de protesta de niños. Este medio se ha profesionalizado. Ya casi no es posible prescindir de sus capacidades”, explicaba recientemente Thomas Risse, profesor del Instituto Universitario Europeo de Florencia. “La acción humanitaria [...], que tradicionalmente ha sido una forma de desarrollo y de asistencia, se utiliza desde hace poco como instrumento de influencia económica y cultural”, comentaban Eric Denici y Gilles Somm en la revista francesa Défense nationale.
Las organizaciones no gubernamentales se han convertido en interlocutores imprescindibles del desarrollo y de la asistencia humanitaria, pero actualmente se está produciendo un debate acerca de su función y de su legitimidad. Es verdad que las ONGs no son algo nuevo: la Cruz Roja fue fundada en 1863, las misiones cristianas de las colonias abrieron numerosas escuelas y dispensarios, y en 1946 Europa recibía los primeros paquetes de ayuda de la Cooperativa Americana para el Reparto en Europa (CARE). Y si la Cruz Roja recibió el Premio Nobel de la Paz en 1901, Médicos sin Fronteras fue honrado con la misma distinción en 1999.
Pero ahora se observa una verdadera proliferación de ONGs: las llamadas “internacionales” (que actúan en al menos tres países y cuyos recursos proceden de varios países), que eran 176 en 1909, pasaron a ser 29.000 en 1993. en 1994, Oxford University Press calculaba que había 50.000 ONGs locales en los países del Sur. Y “nadie puede calcular su número total actualmente, porque cada día aparece una nueva”, señala Neda Ferrier, responsable en la UNESCO de las relaciones con las ONGs.
El término “ONG” engloba a una multiplicidad de organizaciones, como la Cruz Roja, la más importante que tiene 105 millones de miembros y 230 millones de beneficiarios cada año; ONGs internacionales que actúan como grupos de presión por una causa, ya sea el medio ambiente (Greenpeace, 2,7 millones de miembros), los derechos humanos (Amnistía Internacional, más de un millón de miembros), la infancia (Save the children), las minas antipersonas (Handicap international); ONGs locales que están al servicio de un pueblo o de un barrio; y todo un universo de asociaciones y federaciones de artesanos, de sindicatos (de mujeres, de periodistas, de campesinos), locales, nacionales e internacionales.
“Las ONGs ofrecen desde hace tiempo servicios sanitarios o educativos, pero generalmente era más por necesidad que intencionalmente. Actualmente las ONGs son consideradas como un instrumento importante para prestar servicios sociales, y éste es un cambio fundamental”, señalaban en 1996 Michael Edwards (Save the Children) y David Hulme (Universidad de Manchester) en la revista World Development. Además, Internet les permite comunicarse entre sí y aglutinar todo este movimiento.
No es por casualidad que la eclosión de las ONGs data de la década de los 80, calificada por el Banco Mundial de “década perdida para el desarrollo”. Los planes de ajuste estructural que se imponen a los países recargan los presupuestos sociales de los Estados, y las políticas económicas liberales agravan a la pobreza. En ese contexto surgen las ONGs, en las palabras de Jacques Bugnicourt, director de la ONG ENDA (Senegal), como “estructuras baratas, que pueden trabajar en el terreno social a un costo bajo”.
En los mismos años 80 se produce la universalización del concepto de desarrollo sostenible, humano, integral, que requiere la participación de la población y poner énfasis en el desarrollo local. Los gobiernos, igual que los proveedores de fondos, incrementan entonces su colaboración con las ONGs locales en proyectos concretos, ya se trate de la recogida de basuras en una ciudad o de la creación de un pozo en un pueblo. En 1981, el Banco Mundial publica una “nota de política” donde se propugna una colaboración con las ONGs.
A escala internacional, la presencia cada vez mayor de las ONGs en las conferencias internacionales de las Naciones Unidas expresa su voluntad de afirmarse como “voz de los pueblos” en los grandes debates del momento. Contaminación atmosférica, disminución de la capa de ozono, mutilaciones genitales femeninas, prostitución infantil, son algunos de los temas tabúes que las ONGs han logrado dar a conocer al mundo entero; a veces incluso han logrado que se luche contra esas situaciones.
Entonces, ¿de dónde proceden las reservas y las críticas contra esas organizaciones de la “sociedad civil”? Las ONGs “piensan que conocen mejor lo que es bueno para el bien público y quieren imponernos sus puntos de vista”, afirmaba Vaclav Klaus cuando era primer ministro de la República Checa. “¿Representan realmente a las masas populares?”, se pregunta Pranay Gupte, redactor jefe del Earth Times. En enero pasado, el semanario The Economist escribía que las ONGs “distan mucho de ser `no gubernamentales` como pretenden”, vistas las subvenciones que reciben de los gobiernos y de las organizaciones internacionales.
Apoyo de la opinión pública
Es verdad que muchos expertos señalan que África, el continente que recibe un mayor porcentaje de la ayuda de las ONGs, sigue a la deriva. ¿Pero acaso la labor de las ONGs no ha conseguido reducir las diferencias y aliviar las heridas? ¿Es esto suficiente para salir del círculo infernal del mal desarrollo? Por ejemplo, “Las ONGs están divididas acerca de la línea a seguir en materia de sanidad: ¿hay que multiplicar los dispensarios [...] o presionar a los poderes públicos para que asuman esta responsabilidad?”, se pregunta Rony Brauman, ex presidente de Médicos sin Fronteras. Porque el apoyo que los proveedores de fondos prestan a las ONGs puede considerarse como una fianza ante la falta de compromiso de los gobiernos en las cuestiones sociales. “Una buena parte del apoyo que se da a las ONGs [...] responde a motivos ideológicos, más que prácticos”, señalaban en 1996 Michael Edwards y David Hulme.
A pesar de todo, las ONGs “han logrado convertir la seguridad humana en el principal criterio de la acción internacional”, como subraya Armes Thakor, vicerrector de la Universidad de las Naciones Unidas. Y sobre todo, después de las enormes movilizaciones que llevaron a cabo en Seattle en noviembre pasado, con motivo de la reunión de la Organización Mundial del Comercio, y en Washington en abril, durante la del FMI, las ONGs han demostrado al mundo entero que siguen siendo la única fuerza contestataria organizada e internacional contra la ideología liberal en la que se basa la globalización. “Queremos un comercio justo antes que libre”, clamaban. Y las reivindicaciones contra las terneras hormonadas, el trabajo infantil, la manipulación genética de las plantas y la hegemonía cultural reciben el apoyo de la opinión pública tanto del Norte como del Sur.
Hace veinte, treinta, cien años que las ONGs luchan en la sombra por la dignidad humana. Que por fin empiecen a hacerse oír más allá de los círculos de militantes significa, quizá, el inicio de un movimiento mundial ciudadano.
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